"Supongo que debería haberlo llamado The Watch Speakeasy", ríe Patrick Parrish. Recientemente se dijo que el nombre de la última aventura del galerista neoyorquino, Secret Watch Shop, es posiblemente menos apropiado ahora que ha aparecido en The New York Times, así como en su propio feed de Instagram, con más de 43.000 seguidores. Pero tiene muy clara una cosa. "Quiero que la gente que viene se lo tome en serio".

Al fin y al cabo, los relojes son un tema que Parrish aborda con auténtica solemnidad. Lleva más de 20 años coleccionando relojes y llevaba una década jugando con la idea de abrir una tienda. Sin embargo, fue la irrupción de la COVID lo que finalmente le animó a dar el gran paso. "Como casi todos nosotros, tuve más tiempo libre durante la pandemia", explica. "Así que comencé a revisar mi colección y la hice tasar. Me sorprendieron los resultados".

Decidido a evitar el transporte público, caminaba seis kilómetros para ir al trabajo cada día, escuchando podcast de relojes por el camino. "Escuché literalmente cientos y cientos de horas de podcasts sobre relojes", afirma. "Eso reavivó mi pasión. Esa pasión siempre había estado ahí, pero avanzaba poco a poco y tuve que centrarme en la galería. No tenía tiempo para dedicarme a los relojes".

Parrish estudió fotografía en Chicago, pero se enamoró del diseño cuando visitó la exposición The Machine Age in America 1918-1941 en un viaje a Atlanta. "Vi todo este increíble diseño industrial aerodinámico, de la era de las máquinas, del Art Decó americano y de las cosas únicas", recuerda. "Aluciné. Me maravilló". Compró el póster y el libro de la exposición. "Mi objetivo era encontrar cosas en ese libro, tan solo para mí".

Trabajó para Richard Wright, célebre propietario de una casa de subastas, en su primera galería de Chicago, antes de trasladarse a Nueva York, más bien a regañadientes, en 1992. "Siempre me dio miedo Nueva York, para ser sincero. Hizo falta que mis dos hermanas se mudaran aquí para convencerme de que era posible", afirma.

Abrió su primera galería en la calle 22 de Manhattan, y cinco años después se mudó a Duane Street. Durante la última década, el barrio neoyorquino de Tribeca ha albergado su espacio homónimo Patrick Parrish Gallery . "Tribeca era entonces, e incluso ahora, más asequible que los barrios circundantes. La mía era una de cinco galerías cuando me mudé aquí, ahora hay 50 o 60, sobre todo por la disponibilidad de grandes espacios y porque sigue siendo barato comparado con el Soho".

The Secret Watch Shop está detrás de una pared translúcida en el nivel inferior de la galería, apartada de las miradas indiscretas de la calle. Los clientes solo pueden visitarla con cita previa. La colección de Parrish está dedicada a los relojes herramienta de 1950 a 1970. Empezó a coleccionar piezas relacionadas con el espacio, luego con la aeronáutica, antes de decantarse por las carreras y, finalmente, los relojes sumergibles, "porque son los menos complicados". Y, aunque saca piezas de su colección para venderlas, se complementan con marcas conocidas como Rolex, Cartier, Breitling y Omega, así como fabricantes menos conocidos como Wittnauer.

Parrish conocía los muebles de USM desde hacía muchos años y, una vez superada su impresión inicial de que el producto era un poco "de oficina", le empezaron a fascinar. Así que la vitrina en su color azul favorito fue una elección obvia, como señala: "Me pareció la opción perfecta porque el 99,9% de los relojes que vendo son suizos. USM es suiza y su nivel de artesanía técnica encaja a la perfección. Gracias a su carácter modular, pude cambiar cosas hasta conseguir exactamente lo que andaba buscando".

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