Las vidas de Andrew y Kerstin Fischer están marcadas por una combinación de lugares y profesión. La pareja se conoció cuando estudiaban arquitectura en la universidad de Berkeley, antes de que sus caminos se separaran. Diez años más tarde se volvieron a encontrar en una cafetería local y se casaron en 2006, coincidiendo con la apertura del estudio de Andrew en la The City, dedicado a la construcción y la rehabilitación de edificios. Kerstin, que había estado trabajando en San Francisco, se unió dos años después. "Llegó justo a tiempo para la crisis bancaria", ríe Andrew. "Pero sobrevivimos a ese reto, y lo que no te mata te hace más fuerte".

Parece que ambos aportan cualidades diferentes a su estudio Fischer Architecture. “Suena algo cursi pero en realidad se trata de un proceso orgánico"’ explica Kerstin. "Creo que Andrew es un diseñador excepcional. Tiene verdadero talento para entender la visión global. Mi punto fuerte son en los detalles. Tan solo analizando la configuración a grandes rasgos que ha hecho Andrew puedo decidir si el proyecto es viable".

Su relación con USM comenzó cuando se mudaron a una casa contemporánea que Andrew había ayudado a diseñar, situada en la zona industrial de West Berkeley, en California. "A medida que la amueblábamos había algunas piezas obvias, elementos clave que sin duda queríamos, y nuestro aparador modular bajo de USM era uno de ellos", señala Andrew. No obstante, formar una familia requería un cambio radical en su entorno vital y el matrimonio decidió comprar lo que él describe como "esta casa artesanal ruinosa en Berkeley Hills que necesitaba muchas obras".

Su nueva vivienda se construyó en 1907 para una sola familia, aunque posteriormente se utilizó como casa de huéspedes durante más de 30 años. "No estaba dividida en apartamentos, la gente alquilabas habitaciones y compartía instalaciones como la cocina", explica Kerstin. Algunas de las estancias tenían un cierto estilo propio, pero en el plano estructural la casa apenas había cambiado. "Estaba intacta. Nadie la había reformado: era el sueño de todo arquitecto", confirma Kerstin.

En Durante la década transcurrida desde que se mudaron, la pareja ha hecho mucho mantenimiento (después de todo, algunas de las tejas tienen más de 100 años) y ha fusionado dos habitaciones en la planta baja para crear una cocina contemporánea. Además, se han retirado los acabados de los suelos y paredes de madera, y el jardín ha sido rediseñado por completo. Dicho esto, a Andrew le gusta afirmar que la casa "no es lujosa. Puedes golpear cosas y no preocuparte por ello".

Trajeron con ellos su mueble de USM y han añadido una segunda unidad más alta. "USM es intemporal atemporal para nosotros", subraya Kerstin. "Marca un estilo pero al mismo tiempo se fusiona con todo. A mi parecer puede encajar en cualquier lugar". (Y para demostrar esta afirmación, han añadido cuatro muebles en sus estudios de arquitectura).

El armario USM asimétrico en forma de L con vitrina se ha diseñado para exhibir un juego de té Art decó que Andrew heredó de su madre artista, así como las preciadas copas de vino de Kerstin procedentes de Finlandia. "Si posees un juego de té tan particular, no puedes meterlo en un armario. Tienes que enseñarlo", declara Kerstin, y añade: "No se trata de una cuestión de apariencia, lo relevante es la función del mueble: almacenar. Demasiado desorden visual me altera.

Parece que estos arquitectos disfrutan jugando con distintas épocas y materiales: el interior de madera de principio de siglo se funde en una danza sofisticada con la cerámica Art decó y el modernismo de los armarios con estructura metálica, diseñados en la década de 1960. "Nuestra casa está abollada, deforme, torcida. El mobiliario USM es casi como una masa de agua", concluye Andrew. "Es ese punto de referencia equilibrado que atenúa la intensidad de vivir en una ruina. El mero hecho de abrir una puerta o un cajón es una pura delicia".

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